Fiscalizar el gasto de una nación no es cosa fácil. Entre una y otra cosa la Federación termina gastando arriba de dos millones de millones de pesos. Ni le pongo cuántos ceros son. Ante estas complicaciones, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) lo divide en varios informes.

Recién hace unos días se publicó el tercer y último informe del gasto federalizado para 2022. Tan solo en ese año el gasto fue de 2 millones 232 mil millones de pesos. Le dirán que es tan complicado que vamos con años de retraso, pero también es cierto que ese tiempo se utiliza para negociar los resultados. Como muestra aquél infame desayuno de Nacho Mier y el auditor David Colmenares, cuando se presume recibió en corto el primer informe de la ASF.

Los resultados actuales son agridulces, y para las chaquetas mentales que uno quiera.

En Seguridad Alimentaria Mexicana —CONASUPO de la 4T— las observaciones del 2022 fueron 3% del año anterior. Bajaron de 5 mil millones y medio de pesos a sólo 177. Para aplaudir. O no. Recuerde que del ’19 al ’20 se clavaron otros diez mil millones. En la gran imagen 177 kilos pudiera parecer poco, pero al analizar los desfalcos se entiende el enorme impacto que tiene no invertir en el campo mexicano.

Equipos de pesaje y comprobación de calidad, sets de laboratorio, transportadoras y montacargas. Todo el equipo para ir a campo y evaluar la calidad del producto desapareció al ritmo de 35 melones. El plan es con maña perversa, pues al no existir mediciones para el precio de garantía, estos no se compran o se dejan a la merced de los coyotes.

Las triquiñuelas se dan en todas las formas y colores. Unas con más destreza, otras con total cinismo.

El Fondo de Capitalización e Inversión del Sector Rural (FOCIR) omitió generar estados de cuentas y comprobaciones mensuales por casi 2 mil millones de pesos. Ya jalados de las orejas terminaron haciéndolos, aunque su confiabilidad es nula y no es difícil imaginar cómo se jinetearon la lana.

Oiga, ¿que el COVID y el cambio climático son una amenaza para los viñedos mexicanos? Faltaría más, 8 milloncitos para apuntalar a los productores. O no, mejor no. Pues, aunque ya estaban etiquetados, se terminaron yendo a la organización del 43 Congreso de la Viña y el Vino.

Oiga, ¿que el mundo de las flores también sufrió durante el COVID? Van 12 millones, pero me los ejercen machín: a través de una fundación fantasma en Nuevo León y con total opacidad.

Y —cereza del pastel— ningún desfalco en esta administración estaría completa sin las Fuerzas Armadas (en mayúsculas por pura convención, pues el respeto lo pierden a cantidades).

Por 50 millones la Federación contrató a una empresa para «sembrar lluvia», es decir sobrevolar las nubes y regarlas de yoduro de plata para estimular los chaparrones. Sin embargo, la empresa contratada no tenía la capacidad de aviones para hacerlo, así que entraron en convenio con la Fuerza Aérea Mexicana (FAM), perteneciente a la SEDENA.

La propia SEDENA dice que no recibieron nada a cambio de este favorcito, aunque peculiarmente la empresa nunca generó registros de vuelo, no instaló medidores de lluvia, ni llevó bitácoras de importación/uso de los químicos. Es más complicado saber dónde quedó la bolita que el dinero de este programa.

Más allá del enojo cívico como mexicanos, los poblanos deberíamos estar indignados directamente.

El monto de los vuelos sembradores de lluvia salió en parte de la bolsa de Puebla en la Comisión Nacional de Zonas Áridas. Que iban a sembrar nopal forrajero también… pura de árabe. La recuperación de flores incluía a Puebla, aunque la mediocre representación estatal decidió jugársela a sacar convocatorias sin fechas de apertura y cierre, obviamente para cubrirse administrativamente del desastre.

Hoy, mañana y pasado 1.84 millones de mexicanos estarán recibiendo por adelantado —por los tiempos electorales— el apoyo del programa Producción para el Bienestar de la propia SADER. Entre 6 y 24 mil varos por beneficiario. A estos tunantes no se les puede confiar ni el cambio de las tortillas.