La política, dicen los estudiosos de Maquiavelo, es el estudio de la lucha por el poder que llevan a cabo los que se dedican a ella: los hombres del poder. Los políticos no se dedican al “bien común” porque esa tarea es una actividad de la economía, diría, parafraseando a los conocedores de Maquiavelo, quienes subrayan que la política no busca la eternidad porque eso le corresponde a la teología (citado por el profesor Luis Leandro Schenoi: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-00632007000200008).

El poder se puede lograr por talento, el consentimiento de los ciudadanos, la fortuna o la perfidia. Cuando se alcanza el poder por alguno de los dos primeros caminos, estamos ante los políticos “puros” podríamos decir, por nuestra cuenta. Se trata profesionales de la política, que buscan el poder pero que (en opinión de Ramond Aron, citado por Bolivar Meza: deben contar con independencia económica).

En países como los nuestros el principio de la independencia económica como fundamento del político es difícil que coincida. La política, como en su momento la carrera militar o eclesiástica, se debe ubicar en el campo de las estrategias de reproducción individual o de grupo, pero del tipo de reproducción de la que habla Bourdieu, como una estrategia orientada hacia la reproducción social que por esa vía el prestigio se asocia a una manera de acumular capital.

No quiero decir que el político que llega a la política por razones de estrategias reproductivas no pueda ser un buen político. Solamente añado que, contrario a Aron, si la mayoría de los que se dedican a la política no tienen independencia económica previamente a que toman la decisión de dedicarse a esa actividad, igualmente, no los hace menos aptos para la buena política, ya que contar con independencia económica, igualmente, no es condición de práctica ética y menos en política.

Pero los consejos de Maquiavelo al príncipe que indican que debe ser más odiado que amado, coloca a la política y la perfidia, abunda Schenoi, en el ámbito en el que sus fines están por encima de cualquier consideración de tipo moral o de cualquier norma. Es el fin el que determina los medios. De ahí que, si eslabonamos estrategia reproductiva, o sin ella, por la vía de la política con los consejos del florentino, tenemos un combinado de elementos dignos de tomarse en cuenta.

La maldad solamente existe como un código religioso

La palabra perfidia es definida como maldad extrema o deslealtad. Pero la maldad solamente existe como un código religioso. No existen hombres y mujeres buenos (as) o  malos (as). Lo que existe son hombres y mujeres que toman decisiones bajo determinados contextos históricos y, casi siempre, prisioneros de aquellos rasgos instintivos que marcan nuestros cuerpos así como de una cultura que simboliza al poder y a la que nos insertamos como en un libro previamente escrito.

Pero no somos autómatas, por supuesto. Como bien dice Fromm (El hombre lobo con piel de oveja) y Bourdieu (Meditaciones pascalianas), tenemos un cuerpo y cerebro a través del cual podemos comprender lo que pasa a nuestro alrededor y que nos afecta de manera directa o indirectamente. Sabemos lo que nos conviene y lo que nos puede perjudicar. También podemos pensar lo que es mejor para nosotros y para los demás y definir una estrategia a seguir. Para ello no necesitamos ser políticos ni dedicarnos a ella de manera profesional a esa no siempre noble labor.

Si las autoridades electorales del país dedicadas a velar por los derechos políticos de los ciudadanos, incluidos los de Puebla, han tomado la decisión de ratificar el triunfo electoral de la candidata panista y de otros partidos, lo que han hecho es colocar a la entidad poblana en el cabus del ferrocarril de una democracia, con la que podemos coincidir o no, pero cuya determinación, de momento, coloca en la cúspide del poder local a quienes han hecho de la política un fin en sí mismo.

Es difícil predecir si con el candidato a gobernador propuesto por Morena, un antiguo aliado del morenovallismo, habría mejores condiciones para los poblanos. Lo evidente es que en la entidad ha ocurrido un enrarecimiento de la vida cotidiana: el incremento de la delincuencia, los secuestros, cobros de derecho de piso, asesinatos entre bandas rivales, violencia que alcanza a los ciudadanos, y en la que se han visto involucrados hombres del poder.

Entiendo que las autoridades en materia electoral tienen un marco de referencia jurídica que rige su conducta, pero las denuncias presentadas de amenazas contra miembros del propio tribunal es un ejemplo de la manera que ocurrió el proceso electoral en esta entidad y se extendió hasta el Tribunal Federal. Si no hay hombres y mujeres buenos o malos, si existen decisiones que nos regresan al pasado o que nos ponen frente a una nueva realidad.

Dice Shaw, citado por Fromm, que: “La horcadura ya pasó, lo que queda es el proceso”. Si las urnas no mostraban rasgos fehacientes de haber sido violadas y la votación no se modificó tras recuentos previos, según lo expresado por quien preside el Tribunal (Janine Otálora), pues la verdad es que no se está acusando a quienes actuaron como un poder fáctico electoral de p…, dicho sea de paso con todo respeto.

El primero de julio, parafraseando a Shaw, concluimos que se acabó el fraude por la vía de la participación masiva de la población, pero todavía nos queda el “proceso”.