La periodista Katia D Artigues relata, en su columna Campos Elíseos, los paralelismos de Los Moreno Valle, “ambos se han enfrentado con la prensa, aunque de distintas maneras”, refiere. Además, recalca el ADN del viejo régimen priista que circula por la sangre del actual gobernador poblano.

A continuación una parte del texto que hoy se publica en el periódico El Universal:

Los Moreno Valle
El 15 de agosto de 2010, cuando ya era gobernador electo por Puebla, Rafael Moreno Valle Rosas subió unas fotos a su blog. 

Era el cumpleaños número 93 de su abuelo y como regalo le llevó nada menos que una copia certificada de dos documentos que lo acreditaban como su sucesor.

Sí, 38 años después, sólo que bajo las siglas de una coalición PAN-PRD-Convergencia y Nueva Alianza, su nieto llegó al cargo que él dejó en 1972 dizque por “motivos de salud” (su abuelo, a los 96 años, vive). 

Era el primer gobernador “de oposición” en Puebla, aunque había hecho toda su carrera en el PRI e incluso dejó ese partido por un cálculo político: no tenía posibilidades de ser designado candidato por su cercanía con Elba Esther Gordillo en tiempos de Roberto Madrazo. 

¿Serán los genes, la formación, el destino? Con toda una revolución de derechos humanos de por medio, es imposible no trazar paralelismos entre el abuelo y el nieto quienes ahora se encuentran señalados por lo mismo: reprimir manifestaciones con un saldo de muerte. 

El abuelo, por la muerte de al menos 58 campesinos en dos fechas: en Huehuetlán El Chico, en 1969 y Monte de Chila, en 1970; y el nieto por la muerte de un niño de 13 años, José Luis Alberto Tehuatlie, bajo el supuesto amparo de una nueva ley que —parece— más bien estuvo mal aplicada, en San Bernardino Chalchihuapan. 

“Me inspira el legado de las generaciones que nos antecedieron”, dijo Moreno Valle Rosas en el discurso de toma de posesión en febrero de 2010 en el Centro de Convenciones de Puebla ante unos ¡3 mil! invitados “especiales”. 

Los paralelismos siguen: ambos se han enfrentado con la prensa, aunque de distintas maneras. Si bien ahora lo que llama la atención es el silencio —se antoja que cómplice— de muchos medios poblanos; en tiempos de su abuelo la crítica era ave rara y un periodista en particular, Manuel Sánchez Pontón, director del diario La Opinión, sufrió en carne propia, afuera de su casa, el costo de criticar al gobernador en 1970. 

Los dos le deben su carrera en gran parte a una mujer que los impulsó. 

El abuelo a la primera dama María Izaguirre de Ruiz Cortines. La había atendido como ortopedista y en 1952, cuando Ruiz Cortines era candidato a la presidencia, le pidió a su esposa que lo recomendara con su marido porque quería ser senador y lo fue. 

Su nieto a Elba Esther Gordillo Morales, hasta hace poco todopoderosa líder del SNTE, de quien fue uno de sus protegidos. 

El abuelo en su tiempo (quizá sin verdadera posibilidad, aunque en esos tiempos el único pre-requisito real era que el Presidente lo designara) quería ser Presidente; igual que su nieto ahora. Al abuelo no se le hizo… 

Aunque falta mucho de aquí al 2018, el futuro de la carrera política del nieto sí está muy en entredicho por la insensible manera de manejar el presente. 

Al día de hoy —a 13 días del enfrentamiento del 9 de julio— no ha sido capaz de ofrecer una disculpa en persona a la madre que hasta hace unos días no había podido ni ver a su hijo muerto; una madre a la que no le pidieron su aprobación cuando decidieron desconectarlo de los apoyos que lo mantenían con vida pese a que ya tenía muerte cerebral y se enteró por los medios. 

¿Qué se le ocurrió al gobernador o a sus asesores? Pues promover la derogación de la famosa Ley Bala; menos conocida como Ley de Derechos Humanos y que regula el uso legítimo de la fuerza pública. Literalmente, muerto el niño, derogamos la ley. 

Derogar. No revisar su implementación o capacitar a policías quienes —habrá que esperar la investigación— no habrían disparado al suelo como lo manda el protocolo. Cuando sí se necesitan protocolos para el uso legítimo de la fuerza, pero con capacitación y vigilancia de derechos humanos. 

Con esto último, otro paralelismo: manda al Congreso, siendo otro poder… como todos los gobernadores priístas de la época de su abuelo hicieron.