Se hacen llamar “los invisibles”, ya que ni en sus países ni fuera de ellos son apoyados. Solo juntos, dicen, se han hecho notar y han logrado avanzar con esperanza hacia su sueño de una mejor vida

Con la llegada a Puebla del Viacrucis del Migrante se cumplió justamente este martes su primera semana de viaje luego de comenzar la travesía el martes pasado, en Guatemala. 

Entre el conglomerado llegó Cira, acompañada de sus dos hijos, Elton y Justin, de 2 y 4 años de edad; ella, con el sueño de una mejor vida, por lo que busca reunirse a toda costa con familiares en Nueva York.

Su trabajo de auxiliar de maestra de preescolar en Honduras no le es suficiente para poder vivir en su tierra natal.

Pero así como ella, más de mil inmigrantes integrantes de la caravana Viacrucis del Migrante no solo tienen el llamado “sueño americano”, sino que saben que esta marcha es por los derechos humanos de miles de personas que solo buscan una oportunidad de vida.

Son organizados por la Asociación de Migrantes Retornados con Discapacidad (Amiredis), que agrupa a 45 mutilados por el tren de carga que recorre la República mexicana de sur a norte.

“Representamos a 452 mutilados que hay en Honduras. Si batallamos antes para cruzar México, ahora más lo vamos a hacer a pesar de nuestra discapacidad”, señaló el dirigente de la agrupación, José Luis Hernández.

Las ejecuciones del crimen organizado, miles de desapariciones, abusos de autoridades estatales, municipales y federales, así como malos tratos también de civiles mexicanos han derivado en esta marcha, donde se arropan los unos a los otros.

La marcha arribó a la capital poblana como una especie de hartazgo de sortear una serie de dificultades para cruzar el territorio mexicano con rumbo a Estados Unidos.

Fueron recibidos por el presbítero Gustavo Rodríguez, coordinador de la Pastoral de Migrantes en la Arquidiócesis de Puebla, en el albergue instalado en la iglesia de la Asunción ubicada en la colonia Aquiles Serdán.
El padre “Gus”, como gusta ser nombrado, es uno de los curas más reconocidos de la región por ayudar a los migrantes que llegan a diario a su iglesia a pedir desde una comida hasta una noche para dormir.

El sacerdote recordó que la caravana se formó de manera repentina cuando 15 migrantes quedaron mutilados por el paso del ferrocarril al que han bautizado como “La Bestia” y no fueron recibidos por el presidente Enrique Peña Nieto.

Desde entonces, relató, se han sumado decenas de migrantes de diferentes nacionales, por lo que esta caravana es única en su tipo y la más grande que se haya registrado en los últimos años.

Así como Cira Fernández, de 23 años, y sus hijos Elton Yamil, de 2 años, y Justin Mariana, de 4 años, cientos de personas están en busca de un mejor porvenir, sin saber a ciencia cierta cómo cruzarán la línea fronteriza a Estados Unidos.

Pero ella solo piensa en el “buen futuro”, como lo nombra, aunque al principio les costó mucho trabajo llegar a Palenque, Chiapas, donde tenían que “charolear” o pedir dinero a la gente, para poderle dar de comer a sus dos pequeños.

Al saber de la caravana inmediatamente se unió y ahora le ha sido más fácil el poder trasladarse, sin el temor de “desaparecer” junto con sus hijos.    

Pero como Cira, también marchan estadounidenses como Jordan Weiner, una voluntaria que inició el trabajo en Tenozique, Tabasco.
Ella relató que no se les permitió abordar el tren y tuvieron que caminar hasta la ciudad de Villahermosa, Tabasco.

“Somos pocos los voluntarios pero todos los migrantes se echan la mano, pero hay trabajos que yo puedo hacer, como es registraros en las listas, hacer retiro de dinero que les envían sus familiares de Centroamérica, ya que en México se le es muy difícil, por la falta de documentos”.

Explicó que ayudan con el proceso de asilo en los en las oficinas de migración, ya que muchos vienen huyendo de sus países por distintas causas, algunas inclusive políticas.

Desde hace tres años, Jordan es voluntaria en la organización No More Deaths o No Más Muertes, donde tiene una presencia humanitaria en curso en el desierto corredor migratorio al sur de Tucson, en Estados Unidos.

En este lugar de la frontera tienen un campamento de base fija y móviles intermitentes, donde sumas esfuerzos y se concentran en un área de 5 a 20 kilómetros de la línea internacional.

Se centran en la defensa de la vida derecho humano más fundamental en sí, por la prestación de asistencia humanitaria básica a los necesitados, resaltó.

Viaja con los migrantes fray Tomás González, Rubén Figueroa, integrante del Movimiento Migrante Mesoamericano y José Luis Hernández, presidente de la Amiredis.