Estadios y obras sin terminar, brotes de violencia, inseguridad y la amenaza de manifestaciones antigubernamentales son las mayores amenazas a las que se enfrenta Brasil a 60 días de que inicie la Copa Mundial de Futbol.

A nivel institucional, la prioridad parece estar enfocada en la conclusión de las obras de los estadios, ya que aún quedan trabajos importantes por hacer en al menos dos de las 12 ciudades sedes del mundial de futbol.

Entre ellos, el que más preocupa es el Arena de Sao Paulo o Itaquerão, pues la demora en la obra –que debería haber sido entregada en diciembre- será de seis meses y el estadio, que el 12 de junio debe albergar el Brasil-Croacia, será finalizado en mayo, a cuatro semanas del juego, cuando lo normal es con tres meses de antelación.

El estadio, propiedad del club de futbol Corinthians, también quedó marcado por el derrumbe de una parte del techo en noviembre pasado, así como por la muerte de tres trabajadores, el último de ellos el 29 de marzo pasado, en las tareas de construcción.

Los retrasos, que también afectan de manera importante al Arena Baixada en Curitiba (sureste), son justificados por los constructores por la tardanza en la definición de los proyectos, la excesiva burocracia que caracteriza a Brasil y la lentitud en la transferencia de los fondos, pese a que el país fue elegido sede por la FIFA en 2007.

Por si fuera poco, esta carrera a contrarreloj parece afectar también las obras de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016, luego que esta semana el Comité Olímpico Internacional anunciara que tomará un papel para dirigir los trabajos y responder a las preocupaciones de algunas federaciones deportivas por las demoras.

Otro de los asuntos más acuciantes es la inseguridad, uno de los males endémicos que golpea Brasil, y que se ha hecho especialmente notable en las favelas de Río de Janeiro, que se erigen junto a puntos estratégicos como el aeropuerto o el estadio de Maracaná.

La víspera, la policía tuvo que llevar a cabo una intervención con mil 500 efectivos para desalojar a unas cinco mil personas que a inicios de mes habían ocupado un terreno de propiedad privada, lo que provocó incidentes violentos y al menos 26 detenidos.

La intervención en esta región de la ciudad, la llamada Zona Norte, cercana al estadio Maracaná, se saldó con varios autos y camiones incendiados, así como saqueos en tiendas y supermercados por parte de los expulsados.

Hace una semana, dos mil 700 miembros de la fuerzas de seguridad ocuparon el Complejo Maré, un conjunto de chozas donde viven 130 mil personas, ya que es una zona clave en la seguridad de la ciudad pues colinda con la única vía de conexión entre el principal aeropuerto, el Galeao, y el centro de la ciudad.

“El proceso vital de pacificación de las favelas está siendo desafiado”, admitió la semana pasada el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, cuya popularidad ha caído debido al fracaso de su política en la materia.

Las declaraciones de Paes fueron en alusión al programa iniciado hace cinco años para controlar las principales favelas de Río de Janeiro -donde se mezclan inseguridad, tráfico de armas y droga, pobreza y exclusión social- por medio de la ocupación de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP).

La ciudad de Recife, capital del estado de Pernambuco, donde jugará México el 23 de junio próximo contra Croacia, rechazó por motivos de seguridad la creación de un espacio “fanfest” para que los seguidores sin boletos puedan ver los partidos en pantallas situadas al aire libre.

“Va a ser un desastre. Todo el mundo va a salir a la calle”, asegura Celine, una ciudadana de 43 años residente en Río de Janeiro que critica la “tremenda corrupción” en torno a las obras de construcción.

Datos del semanario Veja, uno de los más importantes del país, apuntan a que el presupuesto de las obras se ha multiplicado por cuatro desde su concepción, pasando de mil 100 millones de dólares a más de cuatro mil 100 millones.

El ministro brasileño de Defensa, Celso Amorim, aseguró esta semana que las “Fuerzas Armadas no impedirán el derecho a manifestarse durante la Copa del Mundo”.

Sin embargo, en ciudades como Río de Janeiro el gobierno ha aprobado el despliegue de 70 por ciento más de miembros de las fuerzas de seguridad para el Mundial en comparación con la Copa de Confederaciones, en el 2013, cuando las masivas manifestaciones dieron la vuelta al mundo en los noticieros.

Notimex / Xinhua