La tragedia del 11 de septiembre de 2001 no sólo enlutó a Estados Unidos, sino a México en particular, pues ese día murieron varios mexicanos pero al final sólo fueron entregadas actas de defunción a familiares de ocho connacionales víctimas de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York.

Salvador Beltrán del Río, entonces cónsul de México en Nueva York, rememoró cómo esa mañana se vio envuelto en un mar de asombro que poco a poco pasó del miedo, a la conmoción, al terror.

Ello, sin embargo, no paralizó las actividades diplomáticas de apoyo a los mexicanos que lo requirieron minutos después de los lamentables hechos, al inicio inciertas y que conforme pasaron las horas, incluso los días o meses se fue aclarando.

“En el principio sí fue bastante numerosa (la lista de connacionales fallecidos), que afortunadamente fuimos localizando, comprobando que en efecto ya no estaban ahí”, comentó el hombre que representó a México de enero de 2001 a marzo de 2003.

En entrevista con Notimex, Beltrán del Río indicó que el número de mexicanos fue de 16; “luego se aclaró que una de las personas que estaban en esa lista no era mexicano, quedó en 15”.

“De éstas, sólo ocho personas al final pudieron obtener acta de defunción y las indemnizaciones que se les dieron a sus familiares”, del total de dos mil 873 personas que fallecieron ese martes.

Recordó que hubo otros casos en los que los familiares no pudieron comprobar la nacionalidad de las víctimas y de que en efecto estuvieron en alguna de las Torres Gemelas el día de la tragedia.

“Quienes sí lo pudieron comprobar, pasaron por un largo proceso de documentación, porque la gran mayoría de ellos, incluso los que trabajaban en un restaurante de las Torres Gemelas, Windows on the World, tenían un número de seguro social distinto, de otra persona y poco a poco se fue aclarando”, explicó.

El ahora comisionado del Instituto Nacional de Migración (INM) señaló que gracias a la apertura de las autoridades estadunidenses se logró identificar a los connacionales, a quienes México recuerda con gran tristeza.

Beltrán del Río refirió que el alcalde Rudolph Giuliani grabó en español anuncios en los que solicitaba a las personas, aun cuando no contaran con documentos, que dieran información de sus familiares.

Les solicitaba que detallaran “dónde pudo haber estado (su familiar), dónde trabajaba. Les decía: dennos elementos, y así fue como pudimos ir descartando casos de personas (de mexicanos) que en efecto se aclaró que no estaban ahí (en las Torres)”.

A una década de los hechos, el ex cónsul aclaró que “la tragedia de Nueva York no solo enlutó a Estados Unidos sino al mundo entero, más de un centenar de países que tenían presencia muy grande en las Torres porque tenían oficinas consulares, de negocio, de fondos de inversión”, entre otras.

Entonces “enlutó al mundo entero y a México en estas personas que lamentablemente perdieron la vida, unos trabajando en el piso 107 en las torres del World Trade Center en el restaurante Windows on the World; otros llevando pedidos de café, de donas, de desayunos”, refirió Beltrán del Río.

La propia empresa restaurantera abrió los libros y los puso a disposición de las autoridades de los diferentes países para corroborar la nacionalidad exacta de los empleados, pues en el lugar había trabajadores diversas nacionalidades, algunos de los cuales de manera irregular.

Salvador Beltrán precisó que las actas de defunción de los ocho mexicanos fallecidos hace una década se emitieron hasta mayo de 2002; al principio era una lista “bastante nutrida” y poco a poco se fue aclarando, “y fuimos descartando, porque ya no trabajaban ahí, se habían regresado a México”, insistió el ex diplomático.

Explicó que camino al consulado escuchó en la radio información relativa al desarrollo de las elecciones primarias; “de repente subo a mi oficina de la calle 39, en Nueva York, y empiezan hablar de un incidente, de un problema en alguna de las Torres, que alguna de las calderas habían registrado alguna explosión”.

Inmediatamente después “decían que había sido una avioneta, por lo que prendí imágenes en la televisión y tras unos minutos, vi la escena que vio todo el mundo, la del segundo avión y ya dije esto ya no es normal... definitivamente era una cosa inusual”.

Tras lo sucedido, bajó al primer piso del consulado, donde se apoya a los connacionales con la emisión de sus documentos, y solicitó a quienes laboraban en esa área “que nos abocáramos a buscar a los mexicanos que pudieran haber estado en las Torres”.

Tras el atentado, los teléfonos de la representación consular comenzaron a sonar para saber de sus familiares y “ahí permanecimos toda la noche”.

Hubo llamadas tanto de la Presidencia de la República, del entonces secretario de Relaciones Exteriores Jorge Castañeda, de la embajada de Washington en México; en fin, “esas llamadas fueron las que empezamos a atender”.

Más adelante se empezaron a dar llamadas de las autoridades de la ciudad: “de la oficina del alcalde Giuliani, del gobernador George E. Pataki, y digamos que entonces fue así como transcurrieron los primeros minutos de esa mañana”.

Conforme pasaron los días el contacto con autoridades del Buró Federal de Investigación (FBI), con la Cruz Roja, el Fondo para la Atención a Víctimas, así como los diversos consulados se América Latina fue permanente.