El amigo del Presidente se queda solo, sin aliados.
Sin embargo el amigo del Presidente pasa la charola, a quien se deja.
El amigo del Presidente hace negocios.
Y es que el mismo amigo del Presidente encontró incautos por todos lados, cuando logró dos selfies con su amigo, el Presidente. 
Por eso el amigo del Presidente lleva constructores con testaferros o el propio Gerardo Ruiz Esparza, el mismo del ridículo cuando decidió que el gobierno chino y la empresa Higa S.A. de C.V. de Juan Armando Hinojosa se quedara con la construcción del tren rápido México-Querétaro, y luego debió recular.
El amigo del Presidente lleva mano en el 25 por ciento de comisión por contrato de obra, y por adelantado. Eso lo saben todos los constructores poblanos.  
El amigo del Presidente no es capaz; sin embargo, de levantar un dedo en defensa de su amigo, el Presidente que enfrenta los momentos más difíciles de su periodo por los expedientes de Tlayaya, Ayotzinapa y la “casa blanca” de su esposa, Angélica Rivera.
El amigo del Presidente cree que se hace política con sólo con retuitear las actividades de su amigo, el Presidente.
El amigo del Presidente cree que así se hace política, desde la comodidad de su teléfono inteligente. Nada más.
El amigo del Presidente se asume como ciberactivista,  pero de los buenos. No vaya a ser. 
Como diputado local, el amigo del Presidente tampoco muestra mucha energía opositora frente al poder de Rafael Moreno Valle y su burdo operador en el Congreso de Puebla.
O más bien, el amigo del Presidente no quiere hacer olas.
Y es que el amigo del Presidente no quiere que se le caiga el negocio como proveedor del gobierno panista.
El amigo del Presidente no pierde nunca. 
El amigo del Presidente es eso: el amigo del Presidente, a quien la clase política local ya lo ve como un lastre, mientras ve pasar los días desde su oficina en la 5 Poniente, en el centro de la ciudad de Puebla.