1.- La existencia de los campos instalados en el sureste mexicano para encarcelar dentro de la naturaleza selvática a los enemigos del gobierno porfirista está debidamente narrada en reportajes periodísticos, ensayos históricos y una que otra novela. 
2.- Los insurrectos de pensamiento y obra contra la existencia de gobiernos depredadores y entregados de rodillas al capitalismo de esos días tenían como destino ser embarcados como reses destinadas al matadero. No había ninguna averiguación previa; no existía ningún proceso, ni mucho menos entonces podían aspirar a una sentencia condenatoria, por haber escrito alguna verdad contra el gobierno en turno.
3.- Como el capitalismo de esos días era tan rampante como el de ahora, los inversores pugnaban en franca competencia unos con otros, para abreviar la recuperación del capital y obtener ganancias exorbitantes lo más pronto posible, para tener contento.
4.- Cuando las condiciones generales del trabajo, sobre todo en las minas o en las fábricas, adquirían imposibilidad para realizar las metas de producción, el vendedor de fuerza de trabajo tenía dos opciones: morirse de hambre sin empleo o confrontar a los capataces. Como tal circunstancia era similar al trabajo feudal de ranchos y haciendas, sobrevino una insurrección popular, donde murió el 10 por ciento de la población total, la cual en el último censo de 1911 se situaba en 13 millones de habitantes.
5.- El 5 de febrero de 1917, en el Teatro Juárez de la ciudad de Querétaro se da la constitución general que hasta la fecha nos rige. En ella se consignaron los dos elementos clásicos obligados en el nacimiento de cada discurso histórico, ganado por los pueblos a través de los siglos, y materialmente arrancado por la fuerza de las armas a los grupos privilegiados.
6.- En sus días fue el asombro de los países del hemisferio occidental, e influyó en diversas constituciones de centro Europa, de América Latina, e incluso de países alejados de nuestra órbita; técnicamente es a partir del 1928 cuando empiezan a construirse las instituciones que continúan (aún en contra de los nuevos privilegiados) mejorándose en forma permanente gracias a los vendedores de fuerza de trabajo de la administración federal.
La Constitución federal que nos rige no es un manual de comportamiento ciudadano, sino que es el libro toral donde descansa el Estado de Derecho contemporáneo mexicano, reducido simplemente “al cumplimiento de la ley, por todos y cada uno de los que vivimos en este territorio patrio, que tiene hasta ahora 32 geografías matrias”. 
 
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