El fin de semana pasado se han realizado 3 festejos 3, que bien vale la pena comentar; el sábado en la plaza La Luz de León Guanajuato, llamada así en honor de la Virgen Patrona de esa zapatera ciudad, Nuestra Señora de la Luz cuya imagen preside el altar de la capilla en el patio de cuadrillas, donde se liaron el capote de paseo: José Antonio Morante de la Puebla, Joselito Adame y un Diego Silveti que va a esa plaza a recoger por carretillas el cariño, aprecio y apoyo de la gente del bajío mexicano que mucho le quiere.

El festejo a plaza llena a reventar contó con espectador de lujo; con lánguida barba, lentes oscuros y el sombrero calado hasta las cejas, José Tomás presenció la corrida desde el tendido alto de sombra.

El domingo día siguiente, el patilludo Morante ha ido al deefe, a Insurgentes, colonia Noche Buena para encontrarse con el público de la Gran Plaza, y sí bien no triunfó, ha ido a consolidar su gran fama, convenciendo con su faena  izquierdista a “Carretero”, número 96 con 527, kilos de peso, berrendo aparejado; aunque la gente que mucho le aplaudió, haya quedado, sigue en espera de la tarde que marque su consagración en la capital. Ahí compartió cartel con Eulalio López Zotoluco y con Diego Silveti, que, por fin, frente a “Andasolo”, número 129 y peso de 484 kilos, ha justificado el porqué es inquilino en un rinconcito del corazón de muchos aficionados de La México.

Mientras, misma tarde, misma ganadería, en León hicieron el “paseíllo”: Ale Talavante, Octavio García El Payo y Juan Pablo Sánchez, quien con su toro primero “Portugués” número 131, con 494 kilos en los lomos ha tenido un gesto, mensaje subliminal a los buenos entendedores: frente al de Fernando de la Mora que hizo tercero se ha quitado las negras zapatillas; no porque el albero estuviera enlodado, o resbaloso, no por la arena suelta, si no, para demostrar a todos que iba – y así lo hizo – a torear con las plantas de los pies, bien, pero bien fijas al piso y dando los pasos mínimos, el girar de una sola pierna para quedar bien colocado y ligar el nuevo pase, cosa que logra en automático por la ligera flexión que da su codo, con el resultado de una ligazón con el pase anterior que da continuidad a su toreo con un gran efecto de impacto en los tendidos   

Nos ha tocado ver a la puerta de la plaza de toros “La Luz” de León el muy triste y deprimente espectáculo de unos 8 individuos que inspiran verdadera lástima, gritando absurdeces en su disque manifestación anti-taurina.

Pobres, infelices, traen al recuerdo a los acarreados por los partidos políticos, pero estos si suelen ser en  mayores cantidades que acuden a los actos, mítines, registro de candidatos, cierres de campañas – por cierto, se acerca la “temporada grande de ello – asisten, decíamos a los actos a cambio de un “frutsi” y una torta de “queso de puerco”, pero estos pobres, los mismos que venden en las banquetas: pulseritas, collares y demás “hippie´s artesanías”, los que saludan con los dedos índice y medio en “V”, los de “amor y paz, carnal” y que acuden a manifestarse contra el toro, después, - claro – de reventarse unos tacos de buen bisteck, a cambio de un carrujo de mariguana y su pasaje.

Lo plausible, es que, como debe ser, la gente que llegaba a la plaza ni caso, ni en cuenta los toma y mejor abordaban el autobús del “Morante Tour”, pues a eso iban a la plaza a ver a Morante.

 

Por la izquierda, la mano de cobrar caro, toreó Morante a este berrendo aparejado de don Fernando de la Mora en la plaza de Insurgentes.

 

Rara y apariencia de lámina muy antigua, era una de las suertes que antes se realizaban a cargo de los titulares o jefes de las cuadrillas. El de la Puebla del Río pidió la puntilla, para dar cátedra de esta suerte de apuntillar de frente y con acertado golpe.    

 

Octavio García El Payo, con entrega absoluta, sin dejar en la espuerta nada, con nada de valor, ha salido a demostrar el enorme y bien sitio que trae; pisándoles a los toros en sus terrenos para instrumentar faenas de muy buen gusto; certero con la espada, amarra el corte de orejas, bien ganadas.

 

En la México, Diego Silveti se ha embraguetado para volver al sitio que la afición capitalina le tiene reservado entre sus consentidos.          

 

El “panteón taurino”, lugar que no puede dejar de visitarse cuando uno va a León (Guanajuato), y menos después de tarde de corrida, a las once en punto de la noche, cuando parten plaza en la barra de servicio las guapas féminas de show tauro-flamenco, vestidas de corto, pero muy corto, para agasajo de los parroquianos que ahí acuden.