El gobierno del estado decidió abrir formalmente la temporada de caza. La profusa publicación de una investigación periodística sobre los malos manejos del exgobernador Mario Marín Torres desde la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso) confirma esta especie.
Era cuestión de tiempo. La trama comenzó cuando en la primera semana de septiembre apareció en escena el exmandatario, estigmatizado por la detención de la articulista de El Universal Lydia Cacho y la difusión de grabaciones de conversaciones telefónicas con alto contenido sexual con una mujer, en tiempos de campaña.
"El gobernador le tiene una sorpresita a Marín", me confió hace unas tres semanas una fuente en Casa Puebla. El personaje señalado por su conducta impúdica en el sexenio anterior había participado en la reunión priista que validó a Ana Isabel Allende como única aspirante a la dirigencia estatal del PRI.
Esa actuación incomodó no solo a correligionarios, sino a quienes hoy tienen los hilos del poder.
La publicación en El Sol de Puebla del contenido de una investigación en la Contraloría, que documenta el uso indebido de dinero público entre 2008 y 2010, repercutido en la mayoría de los medios locales, no hace sino confirmar que la maquinaria se echó a andar para materializar la estratagema gubernamental anticipada por la fuente.
La acción concertada, detrás de la cual se advierte la mano de quien mece la cuna en este gobierno, permite concluir la primera expiración de la fecha de caducidad del acuerdo político pactado entre el propio Mario Marín y la indicada Elba Esther Gordillo, madrina política de Rafael Moreno Valle.
No son pocas las personalidades que atestiguaron charlas telefónicas entre la exdirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y Marín Torres la tarde en que se llevó a cabo la elección de julio de 2010, cuando el delfín marinista Javier López Zavala resultó derrotado.
Y tampoco fueron pocos los oídos que escucharon al gobernador Moreno Valle asentir cada vez que la maestra hablaba desde el otro lado de la línea telefónica sobre el tema del antecesor priista.
Escurridizo, Marín Torres había puesto tierra de por medio al principio del sexenio de la alternancia. Sobre todo cuando el expresidente Carlos Salinas le sugirió dejar el país ante la amenaza latente de ser sometido a proceso por el presidente Felipe Calderón.
“Váyase, Mario, Calderón no se detendrá ante nada”, le dijo a quien hoy enfrenta la embestida del poder local sin que se advierta un dique de contención que lo proteja, como sucedió en el pasado inmediato.
Su interlocutora y puente de comunicación con su sucesor, Elba Esther Gordillo, detrás de las rejas, parece tener poco margen; el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, no devuelve las llamadas, y el dirigente nacional del PRI, César Camacho, lo evita a toda costa.
Exhibir como presa de caza a un Mario Marín estigmatizado no sólo busca un escarmiento a la oposición partidista en Puebla.
Como jugada de carambola, también persigue otro propósito en la antesala electoral de 2015: recuperar parte del bono confiado en 2010, cuando consiguió encarcelar al exsecretario de Salud, Alberto Arango, y persiguió a quien fue responsable de obra pública, Javier García.
La temporada de caza comenzó.